18 de junio de 2009

Give your self over to absolute pleasure

The Rocky Horror Picture Show, la opera prima de Richard O’brien del año 1975, es una de esas películas que pueden cambiarte la vida. Así de claro, sin tapujos, y aunque suene cursi. Y que además sea un musical, hacen de la misma una joyita del cine under bizarro y rockero. Richard O’brien escribió Rocky Horror como un espectáculo teatral y la mostró por primera vez en una pequeña sala londinense en 1973. Dos años más tarde, la 20th Century Fox financia la película que hoy nos ocupa. RHPS es una genialidad que generalmente llega a manos de uno por casualidad: no es muy popular que digamos, y al tener más de tres décadas de antigüedad, el cinéfilo actual no la tiene muy en cuenta. La mayoría conoce la película a través de una copia pirata, que le prestó un amigo de un primo del amigo. Se pasa de mano en mano, como un legado secreto. Y sin embargo, esta trascendental obra musical fue la primera película de culto, incluso antes que Star Wars. Es que, como se ha dicho anteriormente, les cambio la vida a sus fieles seguidores.



La historia es más o menos la siguiente: Una parejita de “chicos bien” se comprometen y viajan en busca del profesor que los presentó para contarle la noticia del casamiento. Pero estando en camino, se les pincha una rueda del auto, obligándolos a ir a buscar auxilio a una mansión tenebrosa que vieron al costado de la via. Hasta acá, un argumento poco original, incluso aburrido. Una muy joven Susan Sarandon y un ignoto Barry Botswick, conforman a esta típica parejita virginal estadounidense de los setentas. Ella, con vestido largo y color celeste cremita, él de camisita, sweater cuello en V y lentes. Representan el ideal adolescente y casto que pretendía George Bush para los jóvenes de su país. Brad y Janet, los personajes de Botswick y Sarandon, van a emprender lo que sería la aventura y el consiguiente cambio rotundo de sus vidas, todo esto narrado por Charles Gray, un detective y criminólogo que desmenuza los hechos ocurridos a lo largo de toda la historia.
Al llegar al caserón, los recibe un personaje un tanto tenebroso, Riff Raff, el fiel sirviente, y Magenta, una mucama con portaligas y el pelo batido. Una vez adentro, los tortolitos se enteran de que hay una celebración, una fiesta con invitados un poco extraños, entre ellos Columbia, una groupie y antigua amante del dueño de casa. Sucede que el propietario de la mansión, es un científico que va a presentar en sociedad su más reciente invención. El Dr. Frank ´n Furter, acaso uno de los personajes más geniales de la historia del cine –interpretado por Tim Curry, tambien conocido como Cecilio, el conserje de hotel en Mi pobre angelito-, es un travestido en portaligas, tacos y corsé. “I´m just a sweet transvestite” es su canción de presentación. Este científico ha descubrió el secreto de la vida: ha logrado crear a un hombre, perfecto y hermoso, que luego lo utilizará para satisfacer su lujuria. A su criatura, ese hombre bronceado, rubio y de abdominales increíblemente marcados lo bautiza como Rocky, de allí el título del film. Frank ´n Furter –nombre que hace alusión al Dr. Frankstein y a las salchichas alemanas- irradia sensualidad y sexualidad, atrae tanto a hombres como mujeres cualquiera sea su orientación sexual. Claro, que este Tim Curry es un treintañero de excelente físico, muy distinto al terrible payaso Pennywise, del film It el Payaso, en el que también es protagonista. Más adelante en la trama de la película, aparece como del mas allá Eddie, una ex pareja del científico loco, personificado por el multi talentoso músico, actor y compositor Meat Loaf; y el profesor Everet Scott, el mismo que buscan Brad y Janet, que ya no son tan virginales y castos por cierto. RHPS tiene mucha lujuria, muchas portaligas y una trama que se va tornando minuto a minuto más bizarra. “Give yourself over to absolute pleasure” canta Frank ´n Furter con un sensual acento británico, pidiéndole a todos que dejen de lado los prejuicios y que disfrutemos la vida.




Más allá de las brillantes canciones e interpretaciones y el argumento no convencional, la película nos transmite un mensaje de aceptación, tolerancia y respeto hacia lo que es distinto. No por nada es una película de cabecera para muchos artistas, homosexuales, travestis o gente “diferente”. Es muy fácil sentirse identificado con alguno de los personajes o con sus historias. Y aquel que la ve y la entiende, inmediatamente se fanatiza, se obsesiona, aprende las canciones y las coreografías, la vuelve a ver una y otra vez, no entera, sino las partes que más le gusta. Los seguidores de RHPS son una comunidad, como una logia, oculta…están por todas partes, pero no los distinguimos. Se puede afirmar, casi sin dudar, que esta secta de fanáticos es una hinchada fiel, a la que se suman adeptos acorde pasan los años. Desde su estreno en 1975, un pequeño cine en Alemania proyecta todas las semanas la película hasta la actualidad. Esto convierte a RHPS en la película que más tiempo permaneció en cartelera en una sala, treinta cuatro años ininterrumpidos llevando el placer absoluto a la audiencia. Se puede alquilar el DVD y disfrutarla en la comodidad de casa, pero si se tiene la oportunidad de ir a una proyección, es altamente recomendable asistir a tal experiencia. Por empezar, los seguidores van vestidos como sus personajes preferidos –muchas portaligas y maquillaje, recuerden-. En el momento que los personajes bailan, se levantan de sus butacas y hacen la coreografía. Cuando hay que cantar, se canta, sin vergüenza. Si Frank ´n Furter se coloca un sombrerito de cumpleaños, los espectadores se ponen un conito de papel en la cabeza, porque además de cantar y bailar, se imitan las acciones de los personajes en el film. Más que una función de cine, es una fiesta, rockera, under y bizarra si las hay. Imperdible. Una de esas cosas para hacer antes de morir.